El 29 de agosto de 1900, el Consejo Nacional de Educación estableció la  fecha para celebrar el Día Nacional del Árbol y así destacar su importancia para el planeta y para nuestras vidas.

Los árboles y bosques nativos son esenciales para preservar la vida humana y de las distintas especies que habitan la Tierra. Ayudan a la mitigación y adaptación al cambio climático, purifican el aire, protegen los suelos, previenen inundaciones, dan sustento a la vida de las comunidades locales y contribuyen a la seguridad alimentaria y el desarrollo.

Desde GEA trabajamos activamente en la restauración de flora nativa en diversas zonas del país. 

Sabemos que los bosques son fundamentales para la protección de las cuencas hídricas de captación, la regulación del flujo de aguas durante los distintos meses del año, para conservar altos valores de la biodiversidad, y para aumentar la resistencia ambiental al cambio climático. 

La preservación de los bosques nativos contribuye además a la estabilidad meteorológica y climática, y a mantener recursos paisajísticos y ambientales. 

En este sentido, el Día del Árbol puede ser la excusa para reflexionar sobre cómo la vida moderna nos ha llevado a olvidarnos de que solo somos parte de un ecosistema mayor, a recuperar esa unión sagrada con todos los seres de la naturaleza y a tener una conducta más respetuosa con nuestro entorno.

Científicos de todo el mundo vienen alertando a la humanidad sobre las consecuencias negativas de la tala indiscriminada de los bosques, y las dimensiones del problema son tan alarmantes que la educación no lo puede obviar.

Los árboles urbanos desempeñan una amplia gama de funciones en las ciudades, como almacenar el carbono, limpiar contaminantes del aire, reducir el riesgo de inundaciones y con su sombra, bajar la temperatura ambiente, requiriendo menor uso de acondicionadores de aire.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, los árboles en las ciudades mejoran la salud física y mental de los ciudadanos.

Plantar árboles es la acción más efectiva para capturar el carbono que produce el cambio climático. En las ciudades, el 70% de la emisión de CO2 lo producen los automotores.

Una hectárea de árboles plantados aporta el oxígeno que respiran 40 personas al año.

Los árboles y los bosques tienen un importante rol en regular la disponibilidad de agua dulce protegiendo y regulando las cuencas hídricas. Los árboles reducen la erosión del suelo, de las costas y mejoran la filtración del agua en el suelo.

Contribuyen a la reducción de los riesgos relacionados con deslizamientos, inundaciones locales y sequías y ayudan a prevenir la desertificación y la salinización.